Salmo 56:8 – Pon mis lágrimas en tu redoma
La palabra de Dios está llena de hermosos ejemplos de la tierna compasión que Dios extiende su pueblo y a aquellos que son parte del Cuerpo de Cristo. Como en el Salmo 56:8
Dios también muestra Su gentileza y sensibilidad hacia las personas insignificantes: personas como Ana y la viuda de Naín; gente como Jairo, el líder de la sinagoga; el apóstol Pedro que negó a Su Señor tres veces y la María de Betania, quien fue acusada injustamente de una gran extravagancia por los discípulos, y personas como tú y yo.
Pero, Acaso ¿hay una ilustración más hermosa de la gran ternura del Señor y Su misericordia para con cada uno de Sus hijos, para ti y para mí, que la que se ve en la intimidad que se vislumbra en este hermoso Salmo 56:8?
Mis huidas tú has contado; Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro? — Salmo 56:8 RVR1960
En este versículo leemos que el Señor tiene en cuenta toda nuestra tristeza y todo nuestro dolor, todo nuestro cansancio y todas nuestras andanzas, todas las lágrimas saladas que brotan de nuestros ojos y todos los gemidos silenciosos que desgarran las entrañas de nuestro ser secreto. De hecho, leemos en este precioso salmo que Él ha recogido cada lágrima salada que ha mojado nuestras pestañas y ha registrado cada gemido silencioso de nuestro corazón herido, y ha colocado cada lágrima en su redoma y ha registrado cada dolor en su corazón, debido a su gran amor por cada uno de los suyos.
Recuerda que Él ha programado todos los días de nuestra vida y conoce las lágrimas que resultarán de las aflicciones de su pueblo. Nuestro tiempo está en sus manos y tenemos un Dios que conoce, ama y se preocupa por todo lo que causa dolor a sus hijos, pero como nuestro Salvador, ganamos una intimidad más estrecha con nuestro Padre a través de las cosas que sufrimos en obediencia a su voluntad.
Y lo maravilloso es que a través de ello, obtendremos una cercanía a su corazón de amor y una comprensión profunda de nuestro. Dios ha prometido que llegará el día en que el dolor se convertirá en gozo y las lágrimas en risa, un día en que Él mismo enjugará toda lágrima húmeda de nuestras pestañas.
Pide a Dios que recolecte tus lagrimas y te muestre su infinito amor, tal y como lo hizo David en el Salmo 56:8