
Creo en Dios

Creo en Dios, no porque nunca haya tenido dudas, o porque fui criado en la fe por personas cuyas vidas dieron testimonio profundo de su verdad, o porque la gran mayoría de la gente en este planeta cree en Dios.

Creo en Dios por miles de razones, más de las que puedo nombrar: la bondad de los santos; el anzuelo en mi propio corazón que nunca me ha soltado; la interfaz de la fe con mi propia experiencia, el coraje de los mártires religiosos a lo largo de la historia; la asombrosa profundidad de las enseñanzas de Jesús; las profundas percepciones contenidas en otras religiones, la experiencia mística de innumerables personas; nuestro sentido de conexión dentro de la comunión de los santos con los seres queridos que han fallecido; la convergencia del testimonio de cientos de personas clínicamente muertas y resucitadas; las cosas que a veces sabemos intuitivamente más allá de toda razón lógica; la constante repetición de la resurrección en nuestras vidas; el triunfo esencial de la verdad y el bien a lo largo de la historia; el hecho de que la esperanza nunca muere, el imperativo inquebrantable que sentimos dentro de nosotros mismos de reconciliarnos con los demás antes de morir; la profundidad infinita del corazón humano; y, sí, incluso la capacidad misma de los ateos y agnósticos para intuir que de alguna manera todo tiene sentido, apunta a la existencia de un Dios vivo y personal.
Creo en Dios como el ciego cree en el sol no porque lo ve, sino porque lo siente

Creo en Dios porque la fe obra; al menos en la medida en que lo trabajemos. La existencia de Dios se demuestra verdadera en la medida en que nos la tomamos en serio y vivimos nuestras vidas frente a ella. En pocas palabras, estamos felices y en paz en la medida exacta en que arriesgamos, explícita o implícitamente, vivir vidas de fe. Las personas más felices que conozco son también las personas más generosas, desinteresadas, amables y reverentes que conozco. Eso no es un accidente.

Creo en Dios no por que mis padres me lo hayan enseñado o por que lo haya aprendido en la iglesia. Si no por que he experimentado su grandeza y su misericordia. Por estas y miles de razones más Creo en Dios, Amo a Dios y no me avergüenzo de decirlo.



